2011 / 03 / 03
Una vez que los países se industrializan ponen todo tipo de obstáculos en el camino de la industrialización de los países menos desarrollados, con la intención de evitar la competencia y de asegurarse el libre acceso a las materias primas. Una forma de conseguir esto es abogar por el libre comercio a sabiendas que las industrias de los países menos desarrollados no son capaces de resistir la competencia de sus industrias y siempre terminan por desaparecer en los casos donde se aplican estas políticas. Al tiempo que abogan por un mercado libe, mantienen sus economías fuertemente subsidiarizadas tanto en la UE, como en EEUU, en China, Japón etc. Estos subsidios a la industria nacional vienen de muchas maneras, mediante ayudas directas o indirectas (industria militar norteamericana, por ejemplo).
Hoy en día la relación con los países pobres, especialmente los africanos, es bastante más compleja, y es analizada con detalle por Moyo en el primero de sus libros mencionados. En el caso de estos países, se han acumulado todo tipo de ayudas, desde préstamos y ayudas de bancos y estados, a ayudas humanitarias que se han convertido en una especie de tradición en occidente asociadas al mundo de la música pop. Durante los años ochenta principalmente, muchas de estas ayudas en forma de préstamos llevaba asociadas condiciones de apertura y liberalización de los mercados que, como en la España de Carlos V, tuvo el efecto de destruir la poca industria con la que contaban, este fenómeno también tuvo lugar en otros países, sobre todo de América Latina, que se vieron sujetos a las condiciones del FMI y el Banco Mundial, con el mismo efecto de desindustrialización y aumento de la pobreza.
En África, muchos países cuentan como la principal fuente de ingresos estas ayudas, bien como donativos o como préstamos que cuentan con poca probabilidad de ser devueltos. Para Dambisa Moyo este es el origen de casi todos sus males políticos, sociales y económicos. Paradójicamente la afluencia de dinero gratuito, está en el origen de, según la autora, las guerras, la corrupción generalizada, y la imposibilidad de desarrollo. El hecho de que el control del gobierno suponga tener el control sobre la mayor fuente de ingresos en el país, ofrece un incentivo importante para hacerse con el poder por cualquier tipo de medio, lo que está en el origen de muchas guerras. La destrucción de la poca industria y el hecho de que la renta proceda de ayudas virtualmente gratuitas, desincentiva la búsqueda de otras fuentes de renta, la actividades emprendedoras y, aun en el caso de que exista un cierto esfuerzo por fomentar la formación, los titulados no son capaces de encontrar empleo en esos países, lo que ha originado su emigración casi general. El esfuerzo por acceder a los fondos de ayuda mediante cualquier método genera corrupción, lo cual a su vez genera desconfianza en las instituciones y frena cualquier posibilidad de llegada de inversores reales.
Todo esto, si bien en un grado mucho menor tiene reminiscencias en Asturias y en España en general. Desde la entrada de España en la, primero Comunidad Europea, ahora Unión Europea, hemos ido acostumbrándonos a recibir ayudas de todo tipo, principalmente de fondos comunitarios, con la intención de acercar los países menos desarrollados de Europa a la media de la comunidad. Vemos ahora, después del desencadenamiento de esta crisis, que este objetivo sólo se ha cumplido temporalmente en forma de una especie de espejismo causado por la especulación. En Asturias el caso se complementa con todas las ayudas recibidas con motivo de la transformación del sector de la minería, unas en forma de fondos administrados por las administraciones, sindicatos, etc., y otros en forma de pre-jubilaciones. En España en general, pero particularmente en Asturias, se pueden observar síntomas que la Sra. Moyo identifica en los países africanos, si bien en un grado mucho más leve, pero aun significativo para que suponga un lastre para el desarrollo real de la economía. Corrupción, éxodo de titulados, y si bien contamos con la fortuna de no sufrir guerras no se nos escapa a nadie que la forma en la que compiten, o más bien competían en los momentos de aparente bonanza económica, los partidos políticos por el poder dista mucho de ser limpia, leal y pacífica.