2011 / 03 / 04
Todos los países que se han hecho ricos, sin excepción alguna, lo han hecho practicando políticas intervencionistas. No mediante la intervención directa en la creación o gestión de empresas, sino mediante la implementación de medidas que favorecieran los sectores económicos industriales, sectores secundario y terciario (modernamente). Una de estas medidas tradicionales es la creación de barreras arancelarias que desincentivaran la importación de productos manufacturados (ahora habría que incluir servicios) y desincentivara la exportación de materias primas, al tiempo que incentiva las exportaciones de productos manufacturados y la importación de materias primas. Con estas medidas se pretende conseguir que sea más rentable establecer industrias del sector secundario en el propio país y menos rentable el que se usen las materias primas producidas en ese país en el sector secundario de otros países. Estas medidas, de una manera u otra se aplican hoy en día en los países que se suelen usar como ejemplos de éxito de la aplicación de las políticas neoliberales. El éxito económico de China, la India, Brasil y tantos otros países, bien al contrario, se debe a la aplicación de una política de libertad de creación y desarrollo de empresas pero sujeta a unas reglas y medidas aplicadas por los gobiernos de esos países diseñadas para conseguir los efectos anteriormente mencionados. En concreto China mantiene un control estricto sobre el tipo de cambio de su moneda que es motivo de fricción con las administraciones de los países occidentales, especialmente los EEUU, que favorece precisamente el establecimiento de fábricas de manufacturas que en un principio fueron financiadas por empresarios occidentales que buscaban el acceso al enorme mercado que potencialmente ofrecía este país.
En el contexto de estas políticas, el propio estado invertirá en áreas económicas que son o bien de muy elevado riesgo o de gran dificultad para la iniciativa privada. Ejemplos de este tipo se pueden encontrar en todas partes, incluso en España: Telefónica, British Telecom, France Telecom, etc., han sido creadas por los respectivos estados. Una vez que las empresas y el servicio han alcanzado una madurez suficiente se han privatizado. En este contexto se puede entender también el paso atrás dado en España con la llegada de Carlos V, que junto con otras medidas controvertidas y atendiendo a las demandas de sus asesores flamencos, forzó la derogación de los fueros de las ciudades castellanas creados para fomentar el desarrollo económico burgués a imitación, paradójicamente, de las medidas que se habían tomado tiempo antes en Holanda. Estas ciudades ya contaban con una industria incipiente si bien no tan desarrollada aún como la holandesa que le llevaba un siglo de ventaja. Como consecuencia de estas medidas y de la derrota de los comuneros, al abrir el mercado sin barrera alguna a los productos holandeses, esta industria incipiente se vino completamente abajo y comenzó el lento declive de España como potencia mundial, sostenido su poder solamente por la enorme cantidad de territorio bajo su control hasta el siglo XIX. Se daba el caso de que Castilla traía materias primas de América que vendía a los holandeses, estos lo transformaban en cosas tales como agujas para coser y otros útiles que España importaba a un precio diez o más veces superior al que había vendido aquella materia prima. Incluso hoy día ocurre que países productores de petróleo no tienen la infraestructura necesaria para producir los derivados del petróleo, y se ven obligados por un lado a vender el crudo, y por otro a comprar la gasolina que se ha extraído de ese crudo en otro país, a un precio muy superior al de costo.
Este tipo de medidas a favor de abrir los mercados, generalmente de otros territorios, ha sido lo que ha caracterizado la política de colonización de los países europeos, especialmente Inglaterra, durante los siglos XVIII y XIX. En este periodo, las potencias occidentales usaron su poder militar y económico para obligar a los países más débiles, tales como China, Japón, La India, los sudamericanos, etc., a abrir sus mercados a sus productos, forzándolos a reducir o eliminar las barreras arancelarias. Es curioso encuadrar en este marco el proceso de independencia de los territorios Españoles en América. Tras un esfuerzo de racionalización bajo las ideas de la Ilustración del siglo XVIII y una vez conseguido un cierto desarrollo económico en España y en sus territorios ultramarinos, fue la alianza entre un sector social de terratenientes y productores de materias primas que veían peligrar su poder político y económico con los intereses de las potencia extranjeras, Francia y Gran Bretaña principalmente, que ansiaban tener por un lado acceso libre a esas materias primas y a un mercado para el consumo de sus manufacturas, lo que creó el movimiento que dio origen a la independencia de esos países. Esta situación no fue única, y puede casi establecerse como regla general que cuando un país desarrollado muestra interés por la política de otro país va siempre encaminada en ganar ventajas en este sentido: acceso a materias primas y a mercado.
Un caso particularmente interesante que menciona Reinert es también la independencia de las colonias británicas que dieron lugar a la creación de los EEUU. Inglaterra, durante los siglos mencionados aplicaba leyes que explícitamente prohibía el establecimiento de industrias de manufactura en sus colonias, destinando estas a la producción de materias primas y al consumo de manufacturas. Esta política provocó como reacción la revolución americana y la creación de EEUU, país que desde el primer momento se dedicó a aplicar las medidas que su antigua metrópoli había aplicado a sí misma para favorecer el desarrollo de su economía. En menor medida, ocurrió algo similar en Australia, si bien no hasta el punto de provocar una revolución, con la negativa de su gobierno a condenar a su país a lo que las autoridades británicas lo habían destinado: a la especialización de la producción de productos agropecuarios y minerales.